Cuando Felipe II levantó este Monasterio se propuso en un principio que fuese un edificio en el que se acogiesen los restos mortales de su padre, Carlos V, y de la familia real. Para su custodia y sufragios puso una comunidad de monjes jerónimos que elevasen sus preces a Dios en acción de gracias y en súplicas por el eterno descanso de la familia real. Poco a poco, según se fue levantando el edificio, se fueron forjando nuevos objetivos, como ser residencia real, centro de cultura, seminario de estudios, talleres de oficios, hospedería, hospital…
En la construcción el rey se inclina por un clasicismo sobrio por lo que había que elegir un arquitecto capaz de plasmar las ideas. Felipe II piensa en Juan Bautista de Toledo tan vinculado a la gran figura de Miguel Ángel, bajo cuyas órdenes había trabajado como aparejador. Pero éste muere en 1567 y es sustituido por Juan de Herrera, de ahí el nombre de “herreriano” al estilo en el que fue construido el Monasterio.
Entre 1551 y 1554 se decide por la capitalidad de España fijándola en Madrid; en éstos años todavía no se ha elegido el lugar donde se levantará el Monasterio, pero sí se ha elegido que la orden de San Jerónimo debía regentarlo.
El 23 de abril de 1563 se pone la primera piedra. En 1571 se instala, en la parte construida, la Comunidad Jerónima. En 1574 se inicia la Basílica que se terminará en 1582 al mismo tiempo que comenzó la Biblioteca. El 13 de septiembre de 1584, 20 años después, se pone la última piedra.
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